Sobre Materia Oscura (V.O.)
Sobre “Materia
Oscura”
¿Dónde veo oscuridad?, donde veo que no veo,
empiezo a ver sin ver.
Mientras caminábamos, le dije al empleado que
el edificio parecía una catedral, a lo que él acotó, que se podría mover el
reloj y agregar un altar, para que sea exacto. Luego dejó de acompañarme y subí
la suntuosa escalera de mármol solo. Al llegar enfrenté un texto pretencioso, pero
a la vez como ya leído. Recorro vagamente la muestra, hasta que llego a la obra
Bony… ay Bony, aún tenía fresca en mi mente la noticia del empleado baleado
frente a un banco y al perro de Higinio cruzando el charco de sangre. Y yo que
venía de caminar por la pasarela urbana de la cuadra de bancos por calle Santa
Fe, frente a tantas cámaras de seguridad y ninguna fotografía.
Entonces un personal de seguridad me miraba
escribir y sin saber si también ahí había cámaras también, solo veo las fotos y
los tiros de Bony. Cinco impactos cuento en una obra, luego seis en la otra.
Son once en total, como los once autores que forman la muestra que me invitaron
a ver. ¿Por qué no doce? Como el seis ante siete se hace imperfecto, el once al
doce, le hace el juego. Eso sería oscuridad, justo en un edificio que parece
una catedral sin serlo, y que fue un banco que robaba a sus clientes o donde
éstos son acribillados en sus veredas.
La fotografía blanco y negro ya podría ser
obra del pasado, asaltada a mano armada por teléfonos celulares y iPhones de bolsillo. Entonces la
colección no sería contemporánea, sino tan antigua como Bruto matando al Cesar
o ya podría volverse un clásico, con un
asaltante disparando a un empleado o viceversa, como el asesino de Bony y sus
once disparos.
Murió, decía un diario. Entonces sigo con un
funeral de peronistas tristes, Perón había muerto y Facio los inmortalizó como
al recuerdo de aquel general, que de mito en exilio, viviría para siempre
aquellos rostros desolados. Pero Saderman despeja otros rostros desde las
sombras, los rescata de las oscuridades que con algunas líneas de sombras,
surcan los rasgos que dibujarán sus rostros.
Entonces el tiempo se detiene en el reloj de
Heinrich, la manecilla quedó detenida para siempre en aquella mujer sin tiempo,
entre sombras de luz continua y no de flashes, sin saturar contrastes, y de ese
modo, registra una completa escala de grises. Luego Stern no se muestra oscura,
tal vez sí en su idea pero no su foto, seguramente algo más pictórica. Un
puntillismo de alta resolución en “El Atalaya” de Travnik, una búsqueda
perdida.
La luz del atardecer entra por el tragaluz al
fondo, después de un día lluvioso. Veo las obras más recientes pero mi interés
disminuye, la ficción pierde credibilidad. Su discurso se me hace ficticio y no
creíble. Tal vez esa sea su esencia oscura, no los tonos sino las ideas
alejadas de la luz, buscando una profundidad de ficción, como la imagen de Miño
donde un avión de Aerolíneas Argentinas sin despegar, en la ficción de una
noche americana de fallido vuelo, está sin estar y donde el sol se veló sin
nubes ni noche.
El monitor de Valanasia no se apagó y muestra
un fotograma del Zeitgeist, sentir falso de un erróneo tiempo pasado. Una
gigantografía de Ostera se mimetiza al mármol del revestimiento. La imagen de
Zimerman de un Arroyo llamado Durazno, no se me hace inquietante, tal vez
porque pudo ser en colores y no se permitió eso. Lestido se propone de a par,
madre e hija, con una ochava nocturna y una niña que cae en un parque cuan
fotograma de film de terror.
No más disparos entonces, en la época que
tantas cámaras nos miran, donde sus registros ya no construyen nuestro oscuro
pasado.
Luis Vugnoli,
septiembre 21, 2012
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